La semana pasada dio comienzo la EBAU 2022. Tras un curso escolar marcado por la ausencia del Ministerio de Educación y la puesta en marcha de distintas leyes que profundizan la privatización de la educación, un año más decenas de miles de estudiantes tenemos que enfrentar estas pruebas injustas, clasistas y arbitrarias para conseguir una plaza en la universidad pública.

La EBAU es una medida clasista que perpetúa una universidad para la élite

Este año, las distintas administraciones educativas y los medios de comunicación han anunciado “la vuelta a la normalidad” para celebrar la selectividad. Pero la propia existencia de estos exámenes es de todo menos “normal”.

No solo los y las estudiantes que tengan Covid tendrán que ir a examinarse de todas maneras –¡cómo si superar un examen en el que nos jugamos nuestro acceso a la universidad fuera algo sencillo o algo que podemos hacer estando enfermos o con fiebre! –, y exponiendo al resto de nuestros compañeros y compañeras a contagiarse. Además nos volvemos a enfrentar a notas de corte demenciales. Por ejemplo, en la Universidad de Sevilla piden un 13,62 sobre 14 para el Grado de Biomedicina, en la Universidad Complutense un 13,5 para medicina o en la Politécnica de Catalunya un 13,1 para Matemáticas. Unas notas imposibles de conseguir para la mayoría de estudiantes que cursamos en la pública –sin medios ni condiciones, con unas ratios totalmente masificadas y con la falta constante de profesores–.

A todo esto hay que sumar el dramático crecimiento de las enfermedades mentales entre la juventud. Más de la mitad de jóvenes de entre 15 y 29 años (el 56,4%) asegura haber sufrido problemas psicológicos o psiquiátricos en el último año. El 24,9% ha consumido psicofármacos y uno de cada tres (el 35,4%) ha experimentado ideas suicidas[1]. Al mismo tiempo, el informe Via Universitària de la Xarxa Vives ha apuntado que la mitad de los estudiantes universitarios –aunque esta realidad se extrapola también a los estudiantes de secundaria– han tenido algún problema de salud mental durante la pandemia: 17,1% ha tenido depresión, el 19,5% ansiedad y el 10,2% otros trastornos. Con esta epidemia sobre la mesa, ¿qué justificación social y sanitaria existe para someter a una presión todavía mayor a la juventud con la EBAU? ¡Ninguna!

A esta situación se suma el propio precio de los exámenes, la primera barrera económica a superar. Pero si podemos pagar los centenares de euros que cuesta, las trabas no terminan aquí.  Después nos enfrentamos a unas tasas universitarias desorbitadas o a la falta de becas.

Como hemos señalado en muchas ocasiones desde el Sindicato de Estudiantes, la EBAU es una criba injusta y arbitraria que supone la expulsión de miles de estudiantes de familias obreras de la Universidad. Se nos trata de convencer permanentemente de que estos exámenes son necesarios, inaplazables y casi sagrados. Pero no es cierto. Su única razón de ser es la de ocultar la falta de plazas y de inversión en la Universidad pública. Si hubiera plazas para todos y todas, no habría motivo para hacer ninguna selección ni para que hubiera notas de corte.

Sin embargo, ante la privatización y la falta de inversión en la universidad, la EBAU se ha convertido en los verdaderos juegos del hambre. Nos venden que es una medida que nos “equipara” a todos y todas y que fomenta la “igualdad de oportunidades” independientemente de nuestro nivel económico o del centro donde estudiamos. Qué gran mentira.

Esta competición no tiene nada que ver con lo académico. Es una criba clasista que castiga a los estudiantes de familias trabajadoras y beneficia a aquellos con más recursos económicos. ¿Quién lo tiene más fácil en la EBAU? ¿Los de la privada que se pueden permitir academias privadas, clases particulares o viajes al extranjero para estudiar inglés o los estudiantes de la pública que vivimos en casas pequeñas, sin buena conexión a internet y que estamos en centros sin recursos? La respuesta es clara.

¡Por la eliminación definitiva de la EBAU!

Hace unos días, la ministra Pilar Alegría explicaba que el Gobierno está trabajando en una “nueva selectividad más homogénea” que sea “más justa con los estudiantes” y que se pondrá en marcha en el verano de 2024.

Pero el problema de la EBAU no es que no está lo suficientemente centralizada o una supuesta falta de flexibilidad. Si realmente el Ministerio quiere ser “justo” con los estudiantes, lo que debería hacer es eliminar definitivamente estas pruebas y crear más plazas públicas, no plantear modificaciones que no van a solucionar el problema de fondo.

La Universidad pública cada vez se parece más a la privada. En el informe que antes mencionábamos sobre salud mental también se recogen datos sobre el origen social de los y las estudiantes universitarios. “Del 2018 al 2021 no hemos avanzado. De hecho se ha retrocedido”: solo un 9,1% de los matriculados en grados –y prácticamente la misma cifra en cuanto a los másteres– provienen de clase trabajadora. Hace tres años era el 10,6%. Lamentablemente no es ninguna sorpresa, y la cifra continuará disminuyendo si el Gobierno continúa aplicando estas políticas educativas que sólo favorecen a la privada-concertada y a los empresarios que se frotan las manos con nuestra educación.

Exigimos que se elimine de una vez por todas la EBAU y que se defienda de verdad la Universidad Pública. Terminar con la desigualdad de clase en la escuela pública, con el abandono escolar o con las enfermedades mentales –consecuencia de la falta de un futuro digno– pasa por rescatar la educación y universidad pública. No necesitamos selectividad ni notas de corte. Nuestras aptitudes las demostramos ya durante nuestros años en el instituto. Lo que sí necesitamos son decenas de miles de plazas públicas, que la Universidad sea gratuita para que todas y todos podamos acceder a los estudios superiores. Los hijos e hijas de la clase obrera tenemos derecho a una educación digna y no dejaremos de pelear por ella.

[1] Datos publicados en el informe Barómetro Juvenil. Salud y Bienestar que ha realizado la Fundación Mutua Madrileña y Fundación FAD Juventud.