Del 20 de Noviembre al 18 de diciembre el mundial de fútbol de Qatar captará la atención de millones de personas. Como cada cuatro años, los grandes medios de comunicación nos bombardearán con imágenes y noticias. Este año, además, pretenden que nos olvidemos de lo que este mundial significa.

Y es que Qatar 2022 ya ha entrado en la historia como el mayor escándalo de corrupción, especulación y blanqueamiento de una brutal dictadura asociados a un acontecimiento deportivo, y por el que miles de trabajadores inmigrantes han muerto. Un espectáculo de sangre y explotación despreciable que muestra la hipocresía del gran negocio del fútbol profesional.

6.500 trabajadores muertos por construir estadios

“El mundial de la vergüenza”. Así titulaba Amnistía Internacional su informe sobre violaciones de derechos humanos del régimen catarí. Un régimen que prohíbe los partidos políticos y mantiene en condiciones de semiesclavitud a 1,7 millones de trabajadores inmigrantes.

Solo la obra faraónica de los estadios, levantados en pleno desierto con inversiones milmillonarias para mantenerlos a 22º mientras la temperatura exterior supera los 40º, ha costado la vida a 6.500 trabajadores. Las brutales condiciones laborales, sin seguridad, con temperaturas extremas, hacinamiento en infraviviendas, retrasos e impago de salarios… está detrás de esta matanza.

Además, la opresión a la mujer y al colectivo LGTBI en Qatar es asfixiante. Las leyes cataríes exigen a las mujeres permiso de tutores masculinos para casarse, estudiar en el extranjero con becas gubernamentales, acceder a muchos empleos públicos, viajar al extranjero hasta cierta edad o recibir atención a su salud reproductiva. También les impiden ser tutoras principales, no pudiendo decidir sobre documentos, finanzas, viajes e incluso la escolaridad y salud de hijos e hijas. Es el hombre quién decide si la mujer puede divorciarse.

Decenas de miles son obligadas a soportar durante años situaciones de violencia de género y abuso para no perder a sus hijos. Como las relaciones fuera del matrimonio pueden ser castigadas con hasta 7 años de cárcel y 100 latigazos, si un violador aduce ser amante de la mujer violada puede ser ella la encarcelada. Para relaciones no heterosexuales las penas de prisión son incluso superiores.

Mucha hipocresía y beneficios multimillonarios

A medida que todo esto salía a la luz, organizaciones de derechos humanos, sindicatos, colectivos feministas y LGTBI exigieron que se retirase a Qatar la organización del Mundial. La respuesta de los Gobiernos, empresas e instituciones capitalistas ha brillado por su cinismo e hipocresía. La FIFA –organizadora de la competición– y las multinacionales asociadas, han anunciado un fondo de 440 millones de dólares para indemnizar a las familias de los trabajadores fallecidos. ¡Una gota en el océano de ingresos multimillonarios que tendrán!

Qatar ha gastado en este mundial... ¡200.000 millones de dólares! Para hacerse una idea, hasta ahora el mayor gasto vinculado a eventos deportivos eran los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, con 15.400 millones, y otra cita futbolística: Brasil 2014, con 15.000. No sabemos quién levantará la Copa el 18 de diciembre, pero el mundial ya tiene ganador: los grandes bancos y empresas multinacionales.

Solo los bancos y empresas occidentales (incluidos los españoles BBVA, Santander, Caixabank...) han invertido 86.000 millones de euros en proyectos y préstamos tanto al régimen como a empresarios cataríes. Con esta lluvia de millones ¿a quién sorprende que los llamamientos al boicot hayan caído en saco roto? Eso sí, mientras tanto la FIFA y los Gobiernos de los 32 países participantes derraman lágrimas de cocodrilo.

Especialmente bochornoso es el caso de Gobiernos que se declaran de izquierdas o progresistas como el del Estado español, que no se ha diferenciado en nada a la hora de participar en este circo levantado sobre la sangre de miles de trabajadores y la opresión de millones.

La inmensa mayoría de los jugadores también están callados. Algunos, muy pocos, presionados por el movimiento internacional de rechazo, han hecho declaraciones críticas y planteado gestos simbólicos como llevar brazaletes en apoyo a la comunidad LGTBI pero sin atreverse a ir más allá. Incluso muchos ya lo han incumplido.

No son “cosas del fútbol”, es el capitalismo

Este mundial se ha terminado celebrando a pesar de todas las denuncias por las corruptelas con los directivos de la FIFA. Nos dicen que es “independiente”, que “faltan pruebas concluyentes”… pero la corrupción de la FIFA es un secreto a voces desde hace décadas.

La transformación de los mundiales, Olimpiadas y otras competiciones deportivas nacionales e internacionales en negocios cada vez más turbios y lucrativos, que mueven cantidades obscenas de dinero, donde los clubes son trampolines políticos y económicos para aventureros vinculados a la derecha y ultraderecha, pelotazos especulativos… hunde sus raíces en el funcionamiento del capitalismo.

Qatar 2022 no es la excepción sino la regla. El deporte refleja en su interior toda la corrupción, especulación y barbarie de este sistema podrido.