La extrema derecha está lanzando un desafío muy serio. Lo que estamos viendo estos últimos días frente a Ferraz y muchas otras sedes del PSOE a nivel estatal no es ninguna broma. No es un meme, no es algo que nos tengamos que tomar a la ligera. El Partido Popular y Vox, unidos en su odio contra Catalunya y la amnistía a los dirigentes independentistas, están movilizando a su base social bajo un mensaje rotundo: España se rompe y tenemos que defenderla.

Saludos romanos, banderas franquistas, el cara al sol cantado a todo pulmón, insultos machistas, homófobos y racistas… Todos y todas hemos visto las imágenes. Este carnaval reaccionario, que ha durado unas cuantas noches, ha sido coronado con grandes movilizaciones el pasado 12 de noviembre. Seguramente más de un millón en decenas de ciudades. Ahora están preparando a su legión de españolistas enfurecidos para rodear el Parlamento y armar la mayor bronca posible mientras se debata la investidura de Pedro Sánchez.

Esta ofensiva violenta y fascista no es el resultado de “cuatro locos”, como algunos pretenden decirnos. Es una estrategia organizada por el PP y Vox que se apoya en las declaraciones incendiarias de sus líderes, en manifiestos de organizaciones  de jueces y guardias civiles, y en un potente deseo de revancha contra la izquierda, el feminismo, los derechos LGTBI y la clase trabajadora.

Pero la pregunta que tenemos que hacernos es: ¿cómo es posible que la calle sea ocupada por esta masa histérica y que la izquierda parlamentaria mire hacia otro lado con tanta tranquilidad?

¿Por qué tanta rabia contra la ley de Amnistía?

La extrema derecha española ha colocado la ley de Amnistía y el pacto entre el PSOE y Junts per Catalunya en la diana de todo su odio. El Sindicato de Estudiantes hemos explicado en muchas ocasiones que Catalunya vivió en 2017 una movilización popular extraordinaria en defensa del derecho a decidir, contra la represión franquista y la monarquía, que colocó contra las cuerdas al Régimen del 78.

Con el referéndum del 1 de Octubre, la huelga general del 3 de octubre y el estallido social que un año después respondió a la sentencia del Procés –que condenaba a años de cárcel a los dirigentes independentistas por el simple hecho de haber organizado una votación legítima y democrática– más de dos millones de personas en Catalunya demostraron que la lucha por la república catalana está totalmente ligada a la lucha por una revolución social, contra los recortes y por una vida digna.

La ley de Amnistía es un producto de esa rebelión que sacudió Catalunya y es la certificación del fracaso de la estrategia represiva contra la lucha por la independencia. No han conseguido acabar con las reivindicaciones democrático-nacionales del pueblo catalán ni con las porras, ni la prisión ni con el “a por ellos” del rey Felipe VI. Por eso, y ante un resultado electoral el 23-J que ha dado la victoria al bloque del Gobierno de coalición por tan solo cuatro escaños, Pedro Sánchez ha tenido que cambiar de discurso.

Pero, cuando ahora algunas figuras del PSOE denuncian esta ley con los mismos argumentos de la derecha, nos acordamos de lo que hace no tanto tiempo defendía el líder del PSOE. No podemos olvidarnos de que Pedro Sánchez se opuso al referéndum del 1-O, se movilizó junto al PP y Vox por las calles de Barcelona contra el derecho a decidir, respaldó la aplicación del 155 por parte de Rajoy y animó la represión policial. El PSOE tiene una enorme responsabilidad en haber dado alas al nacionalismo españolista más rancio, que siempre ha sido un sello innegable de la derecha.

Es importante decir la verdad porque nos jugamos mucho. El otro día, Pedro Sánchez se presentó en Málaga ante el congreso del Partido Socialista Europeo como el muro que contiene el avance de la extrema derecha en Europa. Y lo dijo al mismo tiempo que una manada de derechistas atacaba las sedes socialistas de distintas ciudades. ¿Seguro? ¿Vamos a parar los pies a la extrema derecha con pactos parlamentarios y renunciando a dar la batalla en las calles?

Hay que aprender de la historia

Esta extrema derecha cada vez más envalentonada y fascista, supone una amenaza muy real para la mayoría de nosotras y nosotros, para los derechos de las mujeres, el colectivo LGTBI, los migrantes y el conjunto de los trabajadores y jóvenes.

Hay que recordar las lecciones del pasado y aprender de la historia. En el Estado español, una dictadura sangrienta aplastó durante 40 años todas las libertades y derechos democráticos de la clase obrera y la juventud. El golpe fascista de julio de 1936 fue impulsado por la misma derecha y los mismos capitalistas que nunca aceptaron la Segunda República y maniobraron utilizando la judicatura, el Ejército y el españolismo.

Confiar en las instituciones del sistema y en un aparato del Estado plagado de reaccionarios para defender la “democracia” y parar al fascismo siempre ha acabado en tragedias y masacres. No es una exageración.

Muchos podrán pensar: es imposible que se repita algo así, la democracia es fuerte. Pero no. Los grandes capitalistas son quienes marcan la estrategia política, y no hay que olvidar que un sector muy importante de la clase dominante quiere poner a la izquierda de rodillas y demostrar quién manda aquí. Hay más ejemplos. ¿Cómo es posible que en Alemania, en un país que vio nacer el nazismo y sus crímenes atroces, la extrema derecha neonazi de AfD pueda ser la segunda fuerza electoral? El avance de la ultraderecha es el reflejo inevitable de la enorme polarización política que recorre el mundo, de la descomposición del capitalismo y de la falta de un programa consecuente por parte de la izquierda.

Al fascismo no se le discute, se le combate

Vox ha anunciado una querella criminal contra Pedro Sánchez y una “huelga general” que como mucho será un cierre patronal. El PP ha realizado una reforma exprés en el reglamento del Senado para aplazar al máximo la discusión de la ley de amnistía. Los jueces llaman directamente a un “alzamiento nacional”. Son un bloque compacto que se cree firmemente lo que Feijóo y Abascal repiten hasta la saciedad: que estamos ante un Gobierno ilegítimo y fraudulento, encabezado por un traidor.

Es el mismo discurso de Trump y Bolsonaro. ¿Cómo no recordar los peores momentos de la dictadura franquista cuando Díaz Ayuso proclama a gritos que devolverán golpe por golpe?

La clase trabajadora es muy fuerte, más que en cualquier otro momento de la historia, y tiene capacidad para aplastar a la extrema derecha. Pero la ausencia de una respuesta contundente de la izquierda y los sindicatos, la imposición de la paz social, hacer como si no pasara nada… es un error garrafal.

La única forma de parar los pies a la escoria fascista es mediante la lucha en las calles, mediante la movilización masiva, las huelgas obreras, la batalla de la juventud combativa y un programa revolucionario. No hay otro camino.