El próximo 9 de junio se celebrarán las elecciones europeas y todas las encuestas auguran un avance contundente de la extrema derecha.
Hace ya tiempo que los discursos que nos hablaban de la “Europa de los derechos humanos” han quedado en nada. La UE está atravesada por la desigualdad y el empobrecimiento, por un el militarismo y legislación racista que no para de aumentar y, por si no fuera suficiente, la “Europa democrática” está apoyando indisimuladamente al genocidio sionista en Gaza.
Este es el contexto que explica el avance de las formaciones de extrema derecha en todas sus variantes nacionales. En países decisivos su victoria parece asegurada, como Francia e Italia, y estas opciones ultraderechistas podrían convertirse también en las más votadas en Austria, Bélgica, República Checa, Hungría, Países Bajos, Polonia y Eslovaquia, y quedar en segundo o tercer lugar en Bulgaria, Estonia, Finlandia, Alemania, Letonia, Portugal, Rumanía, Suecia y el Estado español.
La extrema derecha podría convertirse en la primera fuerza del Parlamento de Estrasburgo. Por otro lado, los partidos de la derecha tradicional han demostrado que no tienen ningún problema en ampliar sus pactos con la extrema derecha. Esa “derecha democrática y moderna” que muchas veces nos intenta vender la izquierda gubernamental no sólo no hace ascos a estas formaciones, sino que comparte su discurso racista, su apoyo fanático al sionismo genocida y su defensa de la familia cristiana contra el comunismo y todo lo que huela a izquierda.
¿Por qué la extrema derecha avanza?
- El capitalismo europeo está en una gran crisis, cada vez más débil y desplazado de la escena mundial. La guerra de Ucrania ha supuesto un punto de inflexión, multiplicando los problemas económicos y sociales en el continente, y todo en exclusivo beneficio de EEUU. La extrema derecha utiliza la decadencia europea para hacer demagogia sobre “gloriosos tiempos pasados”.
- La crisis capitalista de 2008 desnudó el proyecto de la Unión Europea. Los capitalistas y grandes monopolios no duraron en utilizar billones de euros de los presupuestos públicos para garantizar sus negocios obscenos, al tiempo que imponían políticas de austeridad salvaje que hundieron a la clase trabajadora y a la juventud. Una realidad que no ha dejado de profundizarse (con la crisis del Covid y la guerra en Ucrania) y que ensancha la base de apoyo a la extrema derecha.
- El crecimiento de la ultraderecha es el resultado de la descomposición del sistema capitalista y de la crisis que corroe a la democracia burguesa, así como del fracaso de las políticas de la socialdemocracia (el PSOE en el Estado español, el SPD en Alemania, etc) pero también de las formaciones a su izquierda, que en lugar de romper con el capitalismo han tratado de gestionarlo mejor.
- La demagogia de los partidos ultra agrupa el descontento de sectores de las capas medias empobrecidas, pero también a sectores de pequeños y medianos empresarios que hacen enormes fortunas, por ejemplo, con la especulación inmobiliaria o el turismo gracias a la explotación de la población migrante.
- El discurso xenófobo y racista, nacionalista y militarista, de la extrema derecha es el mismo que las políticas impulsadas desde la Comisión y las instituciones europeas. Sólo hace falta echar un vistazo al nuevo pacto en política migratoria.
¿Por qué la socialdemocracia es incapaz de frenar a la extrema derecha?
Todos estos factores explican la completa impotencia de la socialdemocracia para frenar a los Abascales de Europa. ¿Por qué? Analicemos lo que pasa aquí, en el Estado español.
Pedro Sánchez y sus socios ganaron por la mínima las elecciones generales del 23J. Desde entonces, a pesar de que nos intentan vender un “Gobierno fuerte”, el PSOE-Sumar no deja de sufrir reveses electorales, allanando cada vez más el camino al PP y Vox.
Pero la razón de este retroceso no es que la gente sea tonta o que no veamos la amenaza de la derecha. Sino la completa incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre los discursos y la realidad. Todos los días nos venden que vivimos en un mundo perfecto de progreso sin precedentes. Pero la realidad es otra.
El precio de la vivienda está en máximos históricos. La reforma laboral de Yolanda Díaz no frena la precariedad. La inflación se come los salarios mientras el IBEX35 y la banca obtienen beneficios históricos. La pobreza infantil alcanza récords. El turismo especulativo arrasa los recursos naturales. La Ley Mordaza sigue aplicándose, y tantas otras cosas.
Y este es sólo el ejemplo del Estado español. Lo mismo ocurre en Alemania, donde el Gobierno alemán encabezado por el SPD y Los Verdes se ha convertido en el gran aliado europeo del sionismo genocida, el mayor defensor de la guerra imperialista en Ucrania y el principal proveedor de armas europeo. ¿Nos extraña entonces que Alternativa por Alemania vaya a arrasar?
Con estas políticas se empuja a una desconexión total de una parte de la clase obrera y la juventud con una izquierda gubernamental que solo hace teatro.
Necesitamos una alternativa revolucionaria y lucha en las calles
En los últimos años hemos vivido muchas experiencias políticas en Europa, una de ellas fue el surgimiento de organizaciones a la izquierda de la socialdemocracia. Formaciones como Syriza, Podemos, Die Linke… que irrumpieron al calor de una profunda rebelión social en las calles, pero que rápidamente asumieron el marco capitalista, considerando que entrar en las instituciones y Gobiernos burgueses era la clave para cambiar las cosas. Nos dijeron que el camino era no asustar a la banca, tratar de convencer a las grandes empresas, y que la lucha en las calles se tenía que sustituir por las negociaciones parlamentarias. Hoy, todos esos planteamientos han quedado más que enterrados. El ejemplo de Podemos es muy significativo.
El Sindicato de Estudiantes entendemos que la candidatura de Irene Montero es la que más a la izquierda se sitúa en estas elecciones de las fuerzas con representación parlamentaria y que decenas de miles de personas la apoyarán en las urnas. Pero eso no resuelve los errores estratégicos cometidos en los últimos años. Si no se entiende que la lucha está en las calles y no en el Parlamento, y menos en el Parlamento europeo, no será posible reconstruir la organización que se necesita.
El Sindicato de Estudiantes no somos abstencionistas, pero entendemos que la lucha de clases es algo más que votar cada cuatro o cinco años. Y así lo estamos viendo día a día, con el enorme movimiento de solidaridad con el pueblo palestino, con las acampadas en nuestras Universidad señalando a nuestros Gobiernos como cómplices del genocidio.
A pesar de la perspectiva electoral muy negra que se abre en Europa, la clase obrera y la juventud nos abriremos camino. Y lo haremos mediante la lucha, confrontando a la ultraderecha con una alternativa comunista, que señale al capitalismo, a los banqueros y empresarios, como los responsables de tanto sufrimiento. El único camino contra la miseria, las guerras imperialistas y los genocidios es la revolución socialista. Y para eso necesitamos una organización que luche por ella consecuentemente.
¡Únete al Sindicato de Estudiantes e Izquierda Revolucionaria!